Estas son las señales que alertan del riesgo de suicidio en adolescentes

No debe ser un tema tabú: los especialistas aconsejan hablar de ello para prevenir la primera causa de muerte en menores y jóvenes

El suicidio es la primera causa de muerte entre adolescentes y jóvenes en España. Y la incidencia ha aumentado durante la pandemia. Aún así es un tema tabú, apenas se aborda. La OMS ha pedido dar visibilidad a este grave problema para prevenirlo y los especialistas advierten de que las familias deben hablar con sus hijos, conocer las señales de alerta y erradicar falsos mitos: como que todas las víctimas sufren problemas mentales o que existe un perfil de persona de riesgo. Es una tragedia que no se ve venir en muchas ocasiones y que puede afectar a cualquiera. La adolescencia es, además, una etapa especialmente vulnerable. Estas son algunas claves para acercarse a esta lacra.

Cualquiera puede ser víctima

Detrás de un suicidio –aunque tiene un componente multifactorial– hay una razón fundamental: «No querer sufrir más ante situaciones que nos parecen insuperables», señala el psicólogo clínico Juan Castilla. «Cuando estamos pasando por una crisis parece que no acabará nunca y el suicidio es una salida para acabar con ese sufrimiento. Ocurre en todas las edades, estatus social o económico, raza o sexo», aclara. No comparte la idea de que en la mayoría de los casos responde a una patología psiquiátrica de base, «que da la sensación de que el suicidio era inevitable». Opina que «el 90% son evitables y tratables con atención psicológica, terapia personalizada, programas de prevención y una asistencia real de protección social y sanitaria».

 
 

El suicidio puede afectar «a cualquier persona, pero la adolescencia es una etapa con más factores de riesgo», completa la psicopedagoga y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya, Sylvie Pérez. Coincide en que en el acto terrible de quitarse la vida no se esconde un único motivo, sino que encontramos muchos factores. «Puede haber una situación desencadenante que, como la gota que colma un vaso, precipite la decisión. Puede ser un caso de bullying, abusos, una pérdida de una persona cercana, la ruptura con una pareja… Pero no es esa la única razón», insiste la psicopedagoga catalana

Señales de alarma

Algunas personas piensan que cuando los adolescentes hablan de suicidarse, solo quieren llamar la atención. Un error. Es una señal de que es necesario tomárselo en serio, advierten los expertos. «No hay que minimizar el sufrimiento de los adolescentes. Una situación que para un adulto no tiene importancia, para ellos es motivo de un gran sufrimiento», subraya Sylvie Pérez. Hay muchas otras pistas que nos deben poner en guardia: «Cuando se vean cambios en los comportamientos cotidianos, como por ejemplo que el chaval está más callado de lo habitual, más retraído o lo vemos especialmente triste», destaca el psicólogo del colegio oficial de titulados de Madrid. Evitar a los amigos y familia, la ansiedad o hacer cosas peligrosas también son alertas de que un menor podría necesitar ayuda. Los abusos de sustancias tóxicas, ser víctima de acoso escolar, autolesionarse o problemas de identidad sexual ante los que el menor no tiene respaldo multiplican el riesgo, detallan los especialistas.

EN CIFRAS

  • 300 adolescentes y jóvenes de 14 a 29 años se suicidaron en 2020, la última cifra oficial. El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte en ese tramo de edad en España, algo que nunca había pasado en la historia desde que se dispone de estadísticas. En 2019 se quitaron la vida 309 menores de 30 años, una cifra que se sitúa ligeramente por delante de los accidentes de tráfico, que sumaron 307 defunciones, según datos de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Desde 2010, han crecido un 30% las víctimas. En todos los tramos de edad, diez personas al día se suicidan en España. Y tres veces más hombres que mujeres. Por cada persona adulta que decide quitarse la vida, posiblemente más de otras veinte lo han intentado.

Hablar para prevenir

¿Podemos prevenir y proteger a adolescentes y jóvenes del riesgo de suicidio? Sí. «Ante el primer indicio, hay que intentar apoyarle, estar ahí y preguntarle qué le ocurre. Sin agobiarle ni invadirle, intentar detectar qué le está pasando, si atraviesa por un mal momento…», añade Castilla. Hablar de los problemas «aleja la opción de decidir suicidarse, así que como primera medida la comunicación es esencial y, sobre todo, saber que ahí están los psicólogos para ayudar a superar crisis existenciales y puntuales», añade el especialista.

Porque el suicidio «sigue siendo un tema tabú». «Está estigmatizado ya que se asocia al sentimiento de culpa, a una decisión en la que la persona no ha luchado, ha abandonado a sus padres o a sus hijos….», añade Sylvie Pérez. Coincide en que la prevención pasa por «hablar con los adolescentes». «Preguntarle: ‘¿estás bien?, ¿te puedo ayudar?, ¿te preocupa algo? Crear un espacio seguro, libre de tensiones. A veces con estar a su lado sin hablar es suficiente», explica la psicopedagoga. Quitarse la vida, coinciden los dos especialistas, es una «idea pasajera», una decisión drástica a un problema que es transitorio y debemos mostrar al adolescente que hay salidas. «Hay alternativas al suicidio y pasan siempre por la comunicación» con su círculo cercano y el ámbito familiar. «No estamos en la época de los tabús, sino en la de ayudar a las personas con dificultades», concluye Castilla.

El efecto negativo de la pandemia y el postureo en redes sociales

Está demostrado que la pandemia ha provocado secuelas psicológicas. Algunos estudios hablan de un incremento del 250% en ideas suicidas. «Las personas somos seres sociales y necesitamos la socialización. Es más importante aún entre los niños y los adolescentes: ir al cine, salir con los amigos, ir a bailar a una discoteca…», apunta Juan Castilla. Dentro del crecimiento evolutivo de las personas, «el ser humano necesita de los demás» y a esas edades están «en fase de maduración neuronal y psicológica». Los adolescentes se han visto más afectados por la imposición de medidas restrictivas durante la pandemia «como el distanciamiento social, mascarillas que reducen la comunicación incluso gestual, eventos y espacios en los que no pueden compartir con sus iguales, ni siquiera mantener el contacto con sus abuelos». Esta situación restrictiva, «unida a la falta de valores en la sociedad y las malas expectativas a corto plazo o de futuro, crea un cóctel difícil de gestionar», argumenta este psicólogo. Y también está demostrado que «el postureo en redes sociales provoca un incremento de ideas suicidas», alerta. «La presión de tener mayor aceptación social basada en ‘likes’ hace que no se cumplan las expectativas y sea un mecanismo de sufrimiento para los jóvenes, que se ha incrementado durante el confinamiento», concluye.

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