«Mi hija se ha intentado suicidar nueve veces; estas muertes no se superan»

En Álava han aumentado los fallecimientos por suicidio registrados en 2020 con un total de 28, en comparación con las 24 registrados en 2019. La madre de una joven de 29 años cuenta su testimonio y asegura que detrás de los suicidios se esconde mucha «invisibilidad»

«Mi hija se ha intentado suicidar nueve veces, la última vez en diciembre. En una de esas ocasiones incluso pensé que no lograría llevarla al hospital. Los intentos o las muertes por suicidio son algo que no se puede superar; destruye a una familia y te tortura la cabeza el pensar, ¿qué he hecho yo mal para no detectar que mi hija no quería vivir?».

María se esconde bajo este nombre ficticio porque no quiere que su hija sea señalada por la sociedad. Teme, día a día, que sufra un nuevo revés y «esta vez sí logre matarse». Las muertes por suicidio constituyen la primera causa de fallecimiento no natural en Euskadi, por encima de los accidentes de tráfico. Se les llama muertes silenciosas y se ocultan para no crear un efecto llamada, pero cada vez cobra más importancia su visibilización para que los «enfermos mentales sepan que de esta enfermedad también se sale».

El pasado año, 28 personas se quitaron la vida en Araba, según los datos aportados a este periódico por el departamento de Justicia del Gobierno Vasco. Esta cifra refleja un incremento en este tipo de muertes tras ascender en cuatro casos más en un año (en 2019 se registraron 24 casos). Desde la Asociación Alavesa de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Asafes) ofrecen un dato también alarmante: en Euskadi cada dos días una persona logra quitarse la vida. De hecho, «todavía es pronto» para valorar el impacto que el covid-19 ha supuesto en estas personas, pero se espera «una cuarta ola» única y exclusivamente con las consecuencias que esta pandemia generará en los enfermos mentales y en el número de registros de suicidios.

Esta valoración la hace Arrate Gastiain, psicóloga de Asafes, quien valora que «la pandemia ha agravado la sintomatología de las personas con enfermedades mentales y estamos frente a un desafío de una realidad nueva llena de incertidumbres». Sus palabras van de la mano del testimonio de María. Según reconoce, su hija (a quien se refiere en este diario por el nombre ficticio de Ainhoa) ha empeorado su salud mental desde el coronavirus. De hecho, su último intento de suicidio fue en diciembre, y en aquella ocasión no lo hizo bajo un impulso, sino bajo la meditación y el cansancio emocional y mental que esta joven de 29 años ha llegado a sentir: «Lo más doloroso de su último intento de suicidio es saber que ella lo hacía por cansancio, ni tan siquiera por su enfermedad. Me dijo que ya no quería vivir más, que se encontraba cansada y que necesitaba acabar con su vida. Estas cosas te dejan en shock. Hunden a una familia y te destruyen de por vida. Día a día, estoy colgando de un hilo porque tengo miedo a que en cualquier momento algo se le tuerza y lo vea todo negro«, confiesa.

Ainhoa sufre una enfermedad mental que comenzó a desarrollarse hace aproximadamente seis años, en su primer intento de suicidio. Su enfermedad está enfocada en el impulso, por lo que se medica para poder tranquilizar sus emociones ante las frustraciones graves. Según cuenta la madre, en cada uno de sus intentos de suicidio cambia la estrategia en la que atenta contra su vida. En la primera ocasión, cuando María llegó de trabajar, encontró a su hija inconsciente con una intoxicación por consumo excesivo de pastillas. A raíz de este intento, ha ido evolucionando sus maneras para encontrar el fin, desde una aspiración de gas hasta autolesionarse para provocar la hemorragia. En todas estas ocasiones, la alerta constante de su familia y amigos ha logrado impedir que Ainhoa pierda la vida. «La escribo muchos mensajes y según cómo me responda o lo que tarda, sé que algo no va bien. He desarrollado un sexto sentido para entender a mi hija y saber cuándo algo no va bien«, reconoce.

Otro de los aspectos que más le afectan a María es que la gente acuse de estos intentos de suicidio llamadas de atención: «Mi hija no quiere llamar la atención de nadie, mi hija quiere matarse», dice con dolor. Desde Asafes, la psicóloga confirma que, efectivamente, las llamadas de atención constituyen un falso mito. Asegura, en este sentido, que nueve de cada diez personas que sí ha logrado quitarse la vida lo había anunciado de alguna manera con anterioridad. «Hay muchos falsos mitos sobre este tema y mucha gente piensa que los intentos de suicidio son llamadas de atención, pero no es así. De hecho, se estima que quien lo intenta una vez corre riesgo de volver a hacerlo en el periodo de un mes nuevamente, por lo que hay que ayudar de manera urgente a esas personas».

Problemas


No ver solución a los problemas, llevar demasiado tiempo en la oscuridad, pero, especialmente, las enfermedades mentales se esconden detrás de cada persona que no quiere seguir viviendo. La enfermedad de la depresión es el primer causante entre las enfermedades: «Esto no quiere decir que todos los que se suicidan tienen depresión, pero sí que es verdad que muchos de ellos sí sufrían esta enfermedad». Y, precisamente, porque se trata de una enfermedad, «y no de una locura» es importante hacer campañas de sensibilización, según aseguran desde Asafes y la propia madre de esta joven. «Hace falta más visibilidad. Hay enfermedades que matan y hacen mucho daño y, sin embargo, no reciben la compasión de la sociedad. La enfermedad mental es una de ellas. Si vemos a un esquizofrénico no nos compadecemos, simplemente lo tachamos como loco. Y si alguien se intenta suicidar no entendemos que está atravesando una enfermedad mental y se le acusa de loco o de querer llamar la atención», se lamenta María.

 
 

Descubrir los pensamientos de una persona que pretende matarse «no es sencillo» y en muchas ocasiones los familiares no llegan a detectar sus problemas hasta que esa persona se quita la vida. Sin embargo, Arrate Gastiain asegura que es importante estar atentos a ciertos factores como despedidas raras o falta de motivación personal. «Es muy difícil saber que una persona se quiere suicidar si esa persona no cuenta sus problemas. Sin embargo, en muchas ocasiones alertan de esas emociones con diferentes factores como por ejemplo despedidas muy raras como si se fueran para siempre o cuando se les ve con mucha desmotivación por vivir», explica. En cuanto al perfil de las personas que se quitan la vida en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa la psicóloga detalla que son, especialmente, personas jóvenes así como personas mayores, la tercera edad. «En cada caso en concreto la persona enferma dependerá de los factores de riesgo que tenga así como de la protección», detalla.

Mayores, jóvenes, mujeres u hombres, da igual la edad, lo que las familias y las asociaciones piden es una mayor visibilidad para que las enfermedades mentales no sean catalogadas como «locura» sino «como lo que es, una enfermedad»: «Esto es algo durísimo para las familias. A mí me han echado en cara incluso que mi hija está en esta situación porque la he malcriado. Por estas acusaciones me he dejado de hablar con familiares. Las enfermedades mentales no tienen la visibilidad que se merecen. Debemos hablar de cada suicidio que se comete en Euskadi y debemos de poner mucha más atención en todas familias que están pasando por una situación así para visibilizar a estas personas y no tenerlas ocultas», concluye María.

Ayuda incondicional


«Cuando te toca pasar por una situación así, la primera vez, estás en shock. Cuando me encontré a mi hija intoxicada no me lo creía. En sus primeros intentos de suicidio incluso me enfadaba con ella, no entendía cómo teniéndolo todo ella no conseguía ver el lado bueno de vivir», relata María. Sin embargo, después y con el tiempo entendió que su hija «no necesitaba que yo me enfadara, sino toda mi ayuda del mundo». Y así lo hizo. Desde entonces, intenta ser su guía y su calma, y sin agobiarla, también su sombra. «Asafes nos devolvió la vida. En Osakidetza la ingresaban una semana y nos daban el alta, pero hasta que volvía a tener cita con un psiquiatra lo volvía a intentar. Nos dejamos todos nuestros ahorros en psicólogos privados, e incluso algunos de ellos después de llevar bastantes sesiones nos dijeron que no podían ayudarla», recuerda. Y entonces escuchó hablar por primera vez de esta asociación.

«Desde entonces nos han ayudado de manera incondicional, Arrate (la psicóloga) está muy pendiente de mi hija», agradece. Por ello, esta madre tiene clara su recomendación principal para todas las familias que están pasando por una delicada situación, similar a la suya: «Las madres, las familias, no nos tenemos que rendir. Tenemos que luchar por ellos, ayudarles e intentar que salgan adelante y que nunca más vuelva el pensamiento de suicidio a la cabeza. Ojalá algún día podamos salir en este periódico con la cara descubierta, con nuestros nombres a la luz, diciendo que somos ejemplo para todas las personas que están pasando por esta situación, para demostrarle al mundo que de las enfermedades mentales también se sale».

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