El gerente del hospital infantil de Sant Joan de Déu, Manel del Castillo, avisa de un aumento preocupante de las tentativas entre los adolescentes y reflexiona: “La sociedad ha sido poco comprensiva con este colectivo”
El hospital infantil de Sant Joan de Déu de Barcelona, el monográfico más grande de España, tiene la alerta activada desde hace semanas. Las urgencias de salud mental reciben a diario un número creciente de jóvenes que han intentado suicidarse. “Las tentativas han crecido mucho entre los adolescentes”, avisa Montse Dolz, responsable del área de Salud Mental del centro. La situación es la “punta del iceberg”, según el gerente del hospital, Manel del Castillo, que señala “todo el sufrimiento que hay detrás de estos episodios de este colectivo en fase de crecimiento”.
Pregunta. ¿La pandemia de salud mental es una realidad?
Montse Dolz (M. D.). Podríamos decir que sí. En verano de 2020 nos llamó la atención el aumento de los trastornos de conducta alimentaria (TCA). Posteriormente se han incrementado los de las situaciones de crisis, de los cuadros más complejos. En los centros privados hay un evidente aumento de la demanda en salud mental. Los jóvenes no tienen todas las capacidades adquiridas para hacer frentes a los retos de la vida.
P. ¿Cuál es la principal demanda de jóvenes y familias?
M. D. Lo más habitual son trastornos de angustia, TCA y aquello relacionado con las tentativas de suicidio.
P. ¿Se ha llegado al pico de la afectación o irá creciendo?
Manel del Castillo (M. C.). Los datos de urgencias no bajan. Antes de la pandemia teníamos tres o cuatro intentos de suicidio semanales. Hace unas semanas estábamos a más de 20 y la semana pasada alcanzamos los 35 casos.
M. D. Las urgencias de psiquiatría recibían antes de la pandemia unas 60 consultas a la semana. La semana pasada estábamos en 100.
P. ¿Qué lleva a un joven a pensar en el suicidio?
M. D. Cuando la ideación es sólida, a menudo encontramos detrás una patología mental, con trastornos afectivos y depresivos. También aparece en el trastorno del autismo: personas que pueden tener muchos talentos, pero que no encaja en el entorno. Y esto les provoca una clínica depresiva franca. Otra patología es el inicio de un episodio psicótico, cuando escuchan voces. Detrás de estas tentativas hay la crisis de salud mental que está saliendo.
P. ¿Cuál es la proporción de suicidio consumado?
M. D. El suicidio consumado es infrecuente, aunque es la principal causa de muerte en menores de 24 años en Cataluña y en el resto de España. La incidencia del suicidio es muy difícil de saber, porque en muchos casos se dice que alguien se ha caído o ha tenido un accidente.
P. ¿El riesgo de reincidencia es alto?
M. D. De cada 10 pacientes que hacen una tentativa de suicidio, uno reincide. Es una reincidencia baja.
P. ¿Cómo debe tratarse a un joven después de una tentativa de suicidio?
M. D. Se puede hablar abiertamente en casa, pero no es recomendable hacerlo en una clase. En la escuela tiene que saberlo el tutor, pero no debemos hacer una sesión colectiva. No es lo mismo que un bullying (acoso escolar). El abordaje es mucho más individual. Es particularmente importante no hacer mucha difusión porque genera un cierto efecto contagio entre los jóvenes.
P. ¿Los medios deben hablar del suicidio?
M. D. En el momento que estamos creo que sí.
M. C. Hubo una época que se decía podían crearse epidemias, pero ahora los expertos dicen que debe hablarse. Comunicar este problema con delicadeza nos ayuda a entenderlo.
P. ¿Qué señales indican que hay un problema?
M. D. Un cambio de conducta persistente, irritabilidad, desánimo, alteración del sueño…, aquí se puede pedir ayuda. Pero lo normal con los cuadros de angustia y ansiedad es que acaben pasando y la persona tenga capacidad para adaptarse.
P. ¿Qué debe hacer la Administración para resolver esta cuestión?
M. C. En el primer confinamiento se hizo una excepción con los niños con autismo para que salieran a la calle. Esto es relevante. Y hoy, por ejemplo, la Generalitat nos han aprobado un fondo hacer un dispositivo de atención domiciliaria destinado a niños que vienen a urgencias, pero que vuelven al domicilio. Esto supone mucha ansiedad para la familia, a quien no se le puede dar hora de aquí a dos meses. No sé si el proyecto tendrá continuidad, pero ahora está vigente y es importante. Con todo lo que vemos, hay que pedir un poco más de comprensión a la sociedad con los niños y adolescentes.
P. ¿Por qué?
M. C. Han sido uno de los grupos más perjudicados por la pandemia. Los niños y adolescentes tienen unas características propias: cuentan con menos recursos para adaptarse y están creciendo. La socialización forma parte de su vida: no es una opción, es una necesidad para crecer. Hay un momento que dejan de tener a sus padres como referentes, y ese rol lo asumen los amigos. No interaccionar con ellos durante casi un año es un problema y no sabemos el impacto que puede generar a medio plazo. Ahora que la situación está más controlada, los jóvenes necesitan más relación entre ellos, y no estoy hablando de botellones. No es un tema de ocio, sino de desarrollo. Cada año de la adolescencia es relevante. A partir de los 40, ni nos acordamos de qué hacíamos, pero a los 14, sí. Es una época relevante, y la prueba de que algo no va bien es la llegada creciente de tantos casos a urgencias. Es la punta del iceberg.
P. ¿Hay relación entre el consumo en las redes sociales con los TCA?
M. D. Las redes no se pueden demonizar. Son una herramienta que se puede usar bien o mal. Pero en los casos de conducta alimentaria tienen un impacto grande. Hay muchas páginas y cuentas que son dañinas. En las redes las relaciones pueden ser más agresivas, y esto puede tener un impacto severo en alguien más débil.
P. ¿Es recomendable no tener redes sociales?
M. D. Es muy complejo. Lo que hay que valorar es el rato que se está con dispositivos, porque entonces no se hacen otras cosas. Cuando un niño está con el iPad no pinta ni lee o hace una cabaña con amigos. No se juega de la misma manera a través de internet que presencialmente. Los códigos son diferentes: la proximidad física, contacto, la mirada, etcétera.
P. ¿Cuánto tiempo se recomienda como máximo al día?
M. D. Hay un consenso precovid que recomienda un máximo de dos horas diarias de pantalla. Se puede jugar y enviar fotos, pero no es saludable que un adolescente solo esté con las pantallas. Necesita hacer deporte, socializar y tener disgustos
P. ¿Han aumentado las adicciones a las pantallas?
M. D. Percibimos preocupación. Ha aumentado el uso, pero no las conductas adictivas. Aunque, de momento, no tenemos datos fehacientes.