Así lo asegura Ángel Luis Montejo, psiquiatra del Hospital
La depresión es uno de los problemas de salud mental cada vez más presente en la sociedad y según la Organización Mundial de la Salud dentro de diez años será la primera causa de discapacidad en el mundo. Es la enfermedad silenciada, que crece exponencialmente por culpa de la pandemia y donde hace falta más concienciación y eliminar tabúes y miedos para acudir a pedir ayuda a los profesionales médicos. En el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión que se celebró ayer, el psiquiatra del Hospital Clínico, Ángel Luis Montejo, habla de la complicada situación actual.
–¿Por qué de repente aparece una depresión?
–Cualquier persona es susceptible de padecer una depresión siempre y cuando esté sometida a acontecimientos desfavorables durante un tiempo que, para cada uno es variable. Es decir, unos aguantan un mes, otros un año, otros tres años… El problema es que los acontecimientos adversos hacen que se produzcan cambios en nuestro cerebro porque los neurotransmisores que están destinados a mitigar el miedo, la angustia, la ansiedad y el sufrimiento llega un momento en que se agotan. Concretamente es la serotonina. Entonces, cuando se agotan, el organismo pone en marcha un sistema defensivo biológico que hace que cambie la manera de funcionar el cerebro y ya no sea capaz de defenderse.
–Además de factores extrenos como perder el trabajo, a un familiar o experimentar una separación, ¿también es genético?
–Somos resilientes o resistimos durante un tiempo, unos más y otros menos porque también hay una gran parte genética. Hay gente que genéticamente es menos resistente y tiene facilidad para la depresión por antecedentes familiares o por tener muchos problemas en la infancia. Somos más resistentes con una infancia sana.
–¿La pandemia está elevando las depresiones?
–Estamos viendo depresiones por problemas laborales y sobre todo el personal sanitario de primera línea que está muy al límite y está viviendo cosas tremendas que nunca se habían vivido, como decidir si ingresas a una persona y no a otra porque sólo tienes una cama. Se reponsabilizan, se sienten culpables, lloran, no duermen… La gente lo está pasando muy mal. También está el miedo, la incertidumbre de la gente mayor. Están muy asustados y han dejado de hacer cosas gratificantes que son la gasolina para el cerebro. Si no echamos a nuestro cerebro cosas buenas, nos vencen las malas. Son muy importantes las actividades sociales, culturales, estar con los amigos, relacionarte con los demás, hacer ejercicio físico y cuando todo eso se ha perdido, nuestro cerebro se queda sin instrumentos para luchar contra la adversidad.
–¿Y qué hacemos entonces para luchar contra esa adversidad?
–Lo más importante es evitar el aislamiento social y si no puedes salir a la calle, hay que usar el teléfono, la tablet… pero hay que seguir siendo seres sociales. Hay que fomentar los pensamientos positivos: ya tenemos la vacuna y estamos vivos y no nos hemos muerto. Es importante que la gente hable, se desahogue. Para los sanitarios se ha reforzado el servicio de Psiquiatría con las unidades COVID y también con un teléfono de apoyo psicológico. Y para el resto, si lo está pasando mal lo tiene que decir al médico. Atención Primaria está perfectamente preparada para una primera aproximación y se les puede ayudar con antidepresivos. Hemos notado un incremento importante del uso de antidepresivos, y es lógico.
–¿Por qué hay cierto recelo a tomar antidepresivos?
–El antidepresivo lo que hace es que tu cerebro se pueda defender mejor contra el estrés porque te aporta esos neurotransmisores que previamente nuestro cerebro ha perdido. No es porque uno esté loco sino porque tu cerebro se ha agotado. Los fármacos te reponen de esas sustancias para que puedas resistir mejor a la adversidad. No es ninguna deshonra tomar antidepresivos. Es como tomar vitaminas para el cerebro. Te ayuda a reponerte porque de otra manera no podrías. Que la gente no se sienta mal por si les derivan a una consulta de Psicología o Psiquiatría.
–Las situaciones adversas en esta pandemia son terribles.
–La pérdida de trabajo es algo demoledor o la pérdida de una vida cuando no te has podido despedir de un familiar. Que lo llevaste al hospital y que te lo devuelvan en una caja. Es una experiencia que sólo se vivió en las guerras. Es dramático. Y todo por un enemigo invisible. Es un drama humano muy equiparable a una guerra. Hay mucha gente que pierde lo más valioso de un día para otro.
–¿Esta depresión se puede convertir en crónica?
–Totalmente. De hecho se está incrementando el riesgo de suicidio. Estamos teniendo más suicidios que nunca. La situación es bastante mala. Esperamos un repunte muy importante de cara a los siguientes meses de cuadros de depresión y ansiedad. La ansiedad crónica se acaba convirtiendo en depresión. El cerebro está preparado para un número determinado de malas noticias pero cuando sobrepasamos ese número, el cerebro se estropea. Nosotros estamos llegando a gran parte de los pacientes por vía telefónica pero muchos de los que se suicidan no lo dicen y nadie se entera. Es el entorno el que debe detectarlo y ponerse en contacto con profesionales. La incerticumbre es mala amiga del estado de ánimo y no te deja ver bien la realidad. También la realidad es tan mala que hay gente que no es capaz de afrontarla y se hunde.