En España se suicidan diez personas por día, una cada dos horas y media. Para prevenirlo, es fundamental estar atentos ante diversas señales, desde cambios bruscos de comportamiento hasta posibles frases anticipatorias
El suicidio es uno de los problemas más graves que afectan a la salud global. En todo el mundo cada año se suicidan cerca de un millón de personas. En España, el número oficial de suicidios en 2018 (el último año del cual el Instituto Nacional de Estadística ha publicado datos) fue de 3.539. La cifra es idéntica a la de 2012 y la más baja desde entonces, pero de todos modos sigue siendo altísima: equivale a casi diez suicidios por día. Uno cada dos horas y media.
Como apunta la Fundación Española para la Prevención del Suicidio (FSME, acrónimo de Fundación Salud Mental España, su nombre hasta abril del año pasado), el suicidio constituye la principal causa de muerte no natural en nuestro país. Produce el doble de muertes que los accidentes de tráfico y once veces más que los homicidios. Después de los tumores, es la principal causa de muerte en personas de entre 15 y 34 años. El número de varones que se quita la vida es casi el triple que el de mujeres.
Por cada suicidio, otros veinte intentos
Por otra parte, las estimaciones indican que por cada persona que se suicida hay otras veinte que lo intentan. Y entre el 30-40% de las muertes por suicidio son precedidas por intentos que no llegaron a cumplir su cometido. Si se considera que cada caso afecta –según la FSME– a una media de seis supervivientes (familiares y amigos), es posible tener una idea de la magnitud del problema.
Debido a todo esto, el suicidio es una gran preocupación tanto para la Organización Mundial de la Salud (OMS) como para muchos organismos como la FSME, la Sociedad Española de Suicidología (SES) y la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (Aipis). Sin embargo, no existen programas de prevención a nivel estatal y los de las comunidades autónomas no cuentan ni con el personal adecuado ni con los recursos económicos necesarios, según ha explicado Javier Jiménez, presidente de Aipis, en un reportaje de eldiario.es.
El Plan de Acción sobre Salud Mental 2013-2020 de la OMS señalaba que «la prevención del suicidio es una de las prioridades importantes» y establecía como meta la reducción de un 10 % en la tasa de suicidios en cada país. En España está claro que ese objetivo no se está logrando, aunque al menos la cantidad se mantiene estable, tras alcanzar un máximo de 3.910 casos en 2014.
Señales ante las que estar alerta
«La mayoría de las personas que piensan en suicidarse realmente no quiere morir: lo que desean es liberarse de las circunstancias intolerables de su vida y del sufrimiento emocional, mental y físico que siente», explica una guía para familiares titulada Detección y prevención de la conducta suicida en personas con una enfermedad mental, editado por la Comunidad de Madrid y la Federación Madrileña de Asociaciones Pro Salud Mental (Femasam).
No hay que dejarse engañar por el título, pues el mismo documento informa de que «al menos el 90 % de las personas que atentan contra su propia vida sufre algún tipo de enfermedad mental». En cualquier caso, para prevenir los posibles suicidios, es fundamental estar atentos a una serie de señales que suelen aparecer en personas con ideación suicida. ¿Cuáles son esas señales? Silvia Fort, psicóloga y directora de la Sociedad Española de Suicidología, enumera las principales:
- Cualquier cambio brusco en el comportamiento.
- Cambios de humor (irascibilidad, comportamiento desafiante, temerario o agresivo, alegría repentina e injustificada, calma y tranquilidad inusuales).
- Cambios horarios en sus hábitos y forma de vida.
- Aislamiento social y familiar.
- Anhedonia (incapacidad para sentir placer), desinterés generalizado e indiferencia ante los elogios y refuerzos.
- Desinterés hacia su trabajo, sus allegados o sus aficiones.
- Despreocupación por la higiene o imagen personal.
- Consumo repentino de alcohol o sustancias tóxicas, o aumento de la frecuencia o de la cantidad que consumía de manera habitual.
- Acumulación de fármacos.
- Asunción de riesgos innecesarios y realización de acciones temerarias.
- Infracción de normas o leyes.
- Discusiones y peleas.
- Sospechas de laceraciones u otras autolesiones, aunque sean leves.
- Cambios en las rutinas del sueño (sufrir insomnio o dormir demasiado).
- Falta de concentración en la escuela o el trabajo.
- Falta de apetito sexual
- Elaboración de planes suicidas y obtención de los elementos necesarios para llevarlos a cabo.
- Agravamiento de síntomas de trastornos mentales ya existentes.
- Conductas de cierre, como por ejemplo: regalar pertenencias apreciadas o valiosas, hacer algún gasto de dinero injustificado o desproporcionado, ceder las mascotas, poner en orden papeles o gestiones administrativas, redactar testamento, hacer visitas inesperadas a familiares o a personas queridas, redactar notas de despedida.
Prestar atención a las palabras
Además de todas esas posibles actitudes o cambios en el comportamiento, que son señales muy abiertas y deben reunirse varias a la vez para sospechar que un familiar o persona cercana tiene ideas suicidas, hay que prestar especial atención a lo que la persona dice. Sus palabras pueden contener mucha más información que la que transmiten las citadas señales.
Silvia Fort señala sobre todo expresiones verbales que alguien hace sobre sí mismo, las cuales pueden ser de culpa, de vergüenza, de impotencia, odio hacia sí misma, sensación de inutilidad, de temor a perder la cabeza o a hacer daño a otras personas. Ejemplos de esas expresiones son frases como: «No valgo para nada», «esta vida es un asco», «mi vida no tiene sentido «, «estaríais mejor sin mí», «soy una carga para todo el mundo», «toda mi vida ha sido inútil», «estoy cansado de luchar».
Otras expresiones que pueden dar la señal de alerta son las que manifiestan hacia el futuro sensaciones de cansancio vital, insatisfacción, frustración, fracaso, dolor, infelicidad, sufrimiento, anhedonia, desinterés, soledad, malestar, desesperanza o desesperación. Dichos como «lo mío no tiene solución», «quiero terminar con todo», «las cosas no van a mejorar nunca».
Y también hay que poner mucha atención, puntualiza Fort, a palabras relacionadas con huida, liberación, agradecimiento o despedida, con «tener las ideas claras», saber cómo «resolverlo todo» o «dejar de sufrir». Estos son mensajes que refieren de un modo casi literal al suicidio o a la muerte, como «me gustaría desaparecer», «quiero descansar», «no deseo seguir viviendo», «me pregunto cómo sería la vida si estuviese muerto», «quiero quitarme la vida pero no sé cómo», «nadie me quiere y es preferible morir», «no merece la pena seguir viviendo», «después de pensar mucho ya sé cómo quitarme de en medio», «quiero que sepas que en todo este tiempo me has ayudado mucho».
Qué hacer si se detecta un posible riesgo
¿Qué hacer para ayudar a personas en posible riesgo? Silvia Fort recomienda, ante todo, estar atento a las señales. Luego, «ante cualquier sospecha, no dudar en hablarlo directamente» con esa persona. «No hay que temer hacerlo», puntualiza la especialista, pues «si no posee esas ideas no se las va a provocar que alguien se lo pregunte», y si sí las posee «seguramente le servirá de alivio y desahogo emocional».
Lo siguiente es «derivar al sistema sanitario» para que la situación sea evaluada por un profesional. «Aunque sea el médico de cabecera», señala Fort: lo importante es que comience a recibir la contención del sistema de salud. Y, por lo demás, no dejar sola a esa persona durante todo el proceso. Es fundamental «que sepa que el otro está ahí para cuando necesite ayuda».