El catedrático de Psiquiatría asegura que las redes sociales pueden fomentar el suicidio “porque inducen al exhibicionismo y no a la comunicación emocional; transforman la tristeza en ira y desprecio, y transforman la necesidad de ayuda en sentimiento de ser especial y valiente, despreciando el mundo de los comunes”
El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en nuestro país. Los últimos datos oficiales recogen un aumento de algo más del 3% en el año 2017. En España se registraron 3.679 muertes por suicidio en el citado año, una cifra que está muy por encima de quienes perdieron la vida en accidente de tráfico. Los jóvenes y adolescentes son, precisamente, uno de los colectivos más vulnerables, pero ¿por qué un joven, con toda la vida por delante, toma esta drástica determinación? Los expertos coinciden en que la falta de herramientas emocionales y la idea de que el suicidio es la única manera de acabar con sus problemas y sufrimiento son un denominador común. Sin embargo, hay quienes aseguran que la soledad y las redes sociales hoy día pueden ser determinantes en un joven que se siente deprimido.
El Dr. José Luis Carrasco, jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos, responsable de la Unidad de TLP de Blue Healthcare y catedrático de Psiquiatría, destaca que “las personas no se suicidan por el sufrimiento, se suicidan por el sufrimiento en soledad. Hoy día los jóvenes están más conectados, pero más desconectados que nunca. Las redes sociales pueden fomentar el suicidio porque potencian la soledad del joven deprimido, que se siente el único pringado en un mundo de seres estupendos que parecen muy vivos, aunque sólo muestren imágenes sesgadas y una realidad falseada.” Según el Dr. Carrasco, las redes sociales permiten el establecimiento de líneas de comunicación para personas con dificultades en la interacción social directa, como aquellas con personalidades evitativas e inseguras. En este sentido pueden constituir un paliativo del aislamiento social y una oportunidad de iniciar relaciones interpersonales y de superar las barreras iniciales a la comunicación. Sin embargo, en su parte negativa, también fomentan la creación de imágenes individuales artificiales y sesgadas para favorecer el inicio de la comunicación. “Todos queremos mostrar nuestras facetas positivas y nuestras situaciones envidiables: nuestra mejor imagen, positiva, optimista, segura y autosuficiente. ¿A quién se le ocurriría hoy día manifestar en las redes sociales su lado triste, asustado, inseguro o desvalido? Las redes pueden llevar a que un joven deprimido o desesperado tenga que mostrar una imagen completamente contraria, para no sentirse solo y ser aceptado y escuchado, ¿a quién le interesa un chico con problemas?”, explica el Dr. Carrasco.
A lo largo de estos últimos años, hemos asistido a suicidios “en directo” a través de las redes sociales. Entre estos, uno de los casos que más impactó en la sociedad norteamericana fue la de un chico de 13 años que grababa un vídeo en directo para sus amigos de Instagram. Todos pudieron asistir al “espectáculo” de ver cómo se quitaba la vida. “Las redes sociales fomentan el narcisismo, la imagen especial, el ser grandioso. Si estoy deprimido y desesperanzado, si me he rendido y no puedo más, no puedo ir con ello a las redes. Me echarán del sistema, me humillarán. No puedo sentirme avergonzado. La soledad se multiplica, todos parecen estupendos en las redes y yo no puedo con la vida. Sólo queda un camino: mostrarme estupendamente pasota de la vida, hostil y despreciativo en las redes, la depresión convertida en superioridad intelectual, en un desprecio por lo convencional, en un suicidio exhibicionista y grandioso”, comenta el Dr. Carrasco.
Los expertos aseguran que es de vital importancia detectar las conductas suicidas en las primeras consultas de atención primaria. La Dra. Camino Díaz, directora médica del área Longevity de Blue Healthcare, asegura que “la evaluación adecuada en consulta, de una forma delicada pero directa, nos puede ayudar a detectar pacientes en riesgo y activar las medidas necesarias para protegerlo. Hay que desmitificar la idea de que hablar del suicidio puede incitar al paciente a su realización. La mayoría de los suicidios completados ha mostrado previamente algún intento, por lo que no debemos restarle importancia o pensar que son simplemente llamadas caprichosas de atención. La derivación a tiempo a las unidades de salud mental es imprescindible para un adecuado control a corto y largo plazo. Además, crear un entorno de confianza y sinceridad en consulta puede ser de vital importancia para que los pacientes en riesgo encuentren un refugio donde pedir y encontrar ayuda.»
La Organización Mundial de la Salud estima que 62.000 adolescentes se suicidaron en 2016, siendo la tercera causa de muerte entre los 15 y los 19 años. Los expertos y familias piden urgentemente un Plan Nacional Integral de Prevención del Suicidio que aún no se ha hecho realidad en nuestro país. El Dr. Carrasco insiste: “Aunque la enfermedad mental no mata, produce un gran sufrimiento. Entre el sufrimiento y el suicidio hay un gran mediador que es la soledad. Esto es, fundamentalmente, lo que deberíamos abordar en el plan.”