El suicidio es el acto por el que una persona de forma deliberada se provoca la muerte. A menudo influyen diversos factores. ¿Cómo afrontar el suicidio de un hijo?
La muerte de un hijo es la situación que cualquier padre o madre más teme. No se quiere ni oír hablar de esa posibilidad. Porque uno sabe, intuitivamente, que sería un dolor intolerable.
Si se trata de un suicidio, al dolor se le suman un torbellino de emociones desbocadas, tales como la culpa, el enojo y la frustración, además del estigma social y el aislamiento.
Suele ocurrir que las personas de la cuales se hubiera esperado que estuvieran cerca para brindar apoyo, muchas veces se apartan. Es difícil presenciar tanto dolor ajeno y es más difícil aún darse cuenta de que “eso” le podría haber pasado a uno. “Eso”. Porque hasta parece imposible nombrarlo.
El suicidio de un hijo o de una hija cambia drásticamente la vida de los que quedaron: quedaron sin el hijo o la hija que murió, quedaron sin el futuro que habían imaginado y hacia el cual caminaban y quedaron desorientados, con sus certezas hechas trizas y ya sin saber quizás quiénes son en realidad.
Se trastocan las prioridades y lo que hasta ayer parecía importante, hoy no tiene sentido.
Las mismas preguntas vuelven una y otra vez:
** ¿por qué?,
** ¿qué hice?,
** ¿por qué no hice ….?,
** ¿cómo no me di cuenta?,
** ¿por qué me hiciste esto a mi?,
** ¿será que esto es una pesadilla y mañana cuando me despierte estará todo como antes?
Se inicia un camino por un terreno nunca imaginado y que hubieran deseado no tener que recorrer jamás.
El duelo por el suicidio de un hijo o de una hija es largo y presenta desafíos que parecen insuperables. Pero se puede. Con enorme esfuerzo se puede arrancar y avanzar.
Con tiempo, con paciencia, con información para traer consciencia sobre el proceso que se transita, con amor hacia uno mismo, y en el caso de quienes acompañan de algún modo a los padres y madres que quedaron, con amor hacia ese prójimo que necesita ayuda.
Hay tareas psicológicas específicas de reconstrucción, que se deben abordar a lo largo del duelo. Hay que reconstruir el vínculo con el hijo o la hija que murió, que ya no está fisicamente, por eso el vínculo debe tener una cualidad diferente.
Hay que encontrar respuestas con sentido personal para muchas preguntas y hay que aprender a vivir con las preguntas que nunca tendrán respuesta. Hay que construir una historia propia coherente, que integre la muerte del hijo o de la hija a la vida que continúa, porque el ser humano no logra vivir en el sinsentido, y muchos padres y madres sienten que quieren irse ellos también.
La consciencia sobre lo que se está viviendo y la dedicación con la que cada uno vaya trabajando sobre las tareas psicológicas, son fundamentales para transitar este doloroso duelo. Y para que, con amor, puedan integrar en el corazón al hijo o a la hija que ya no está y así, puedan avanzar con la vida que continúa.