“Muchas veces, hay compañeros que tienen problemas y no lo dicen para que no los marquen”, cuentan a EL ESPAÑOL
Los números, con tan solo tres meses casi capitulados en el calendario de 2019, son dramáticos: ocho suicidios entre Policías y Guardias Civiles. Tres de ellos, en las últimas 48 horas. Juan, en Basauri (País Vasco); Carlos, en Orense (Galicia); y Augusto, en Sagunto (Valencia). ¿Por qué? ¿Qué ocurre? No hay, obviamente, una causa única. Ni siquiera un patrón. Pero, desde dentro, apuntan, entre las muchas circunstancias, a las consecuencias que conlleva para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado darse de baja por depresión. “Muchas veces, hay compañeros que tienen problemas y no lo dicen para que no los marquen”, cuentan fuentes consultadas por EL ESPAÑOL. El miedo a una prejubilación anticipada o a perder posibilidades de ascenso pesan entre los agentes.
Esa versión la ratifica Daniel Jesús, psicólogo especializado: “Por un lado, coger una baja te puede llevar a no ascender. Por otro, si es por un intento de suicidio, te retiran el arma y cobras menos”. Eso lleva a muchos, según comentan desde dentro del Cuerpo, a aguantar. Hasta que ya es demasiado tarde. Sin protocolo de suicidio –tenía que haber estado aprobado en enero– “no sabemos qué hacer ni cómo actuar ante la problemática. Al final, a los que nos llaman, lo que hacemos es remitirles a Ángeles de Azul y Verde (los salvavidas entre la Guardia Civil y la Policía)”.
Por eso, desde diferentes sindicatos y asociaciones de la Policía Nacional y la Guardia Civil piden que se apruebe -y desde Jusapol preguntan reiteradamente por él, aunque no encuentren respuesta-. “Es necesario. Cada tres días hay prejubilaciones por problemas psicológicos”, prosiguen. El problema es real. En España, 10 personas se quitan la vida cada 24 horas (un total de 3.600 al año). Y, entre todos estos, los Cuerpos encabezan las profesiones más afectadas por los suicidios, según La Barandilla, grupo que trata de erradicar y ayudar a las personas que lo necesiten.
SIN CAUSAS APARENTES
La problemática, esta semana, ha cobrado mayor dimensión por lo ocurrido en las últimas 48 horas. El caso de Carlos, jefe de servicio cinológico de la Guardia Civil en Galicia –el que busca a los desaparecidos con perros–, ha sido, quizás, el más mediático. De él, precisamente, ha sido del que más detalles han trascendido. Se pegó un tiro en la cabeza –el método más habitual– delante de Rocío, su mujer. Acudió a la residencia donde ella trabajaba, subió a la segunda planta y esperó a que su esposa terminara de atender a un paciente. Después, gritó su nombre y se quitó la vida. Se desconocen los motivos que lo llevaron a hacerlo, pero sí que deja dos hijos y una trayectoria que comenzó en la benemérita en 1990 y terminó en este 2019.
Por el camino, muchas búsquedas, la mayoría concluidas sin encontrar a los desaparecidos. “Estas cosas te marcan mucho”, declaraba, en una entrevista a La Voz de Galicia. Esa pudo ser la causa. “Por una parte, existe la certeza de que tienen acceso a un método letal. Por otro, los motivos, en muchos casos, además de personales –como esgrime una y otra vez la administración–, también son laborales. Tienen un trabajo estresante y están en contacto con lo peor de la sociedad: la muerte, los sucesos… Esto, sumado a un sistema de trabajo de turnos y las condiciones económicas”, cuenta el psicólogo Daniel Jesús.
Esa, por tanto, pudo ser la causa, aunque desde su círculo más cercano no se lo esperaban. “Se encontraba bien, nunca dijo o comentó nada”, concluyen. Como ocurrió en el caso de Juan, Policía Nacional, que se encontraba en activo. En este caso, nadie tenía constancia de que sufriera un problema. Pero así debía ser. Lo encontraron en el cuartel. Fue una sorpresa para todos. Repentinamente, se quitó la vida sin que desde dentro se pudiera hacer nada.
Muy diferente es el caso de Augusto, que se instaló en Sagunto como inspector jefe de la Policía después pasar por homicidios en Valencia. Estaba de baja por problemas psicológicos cuando se quitó la vida. Se desconocen tanto la ejecución como los motivos. Pero, según los expertos, pudieron ser varios (más allá de los ya mencionados)…
“La dificultad para ascender en la Guardia Civil, por ejemplo. Da igual lo que hagan, siguen igual. O las condiciones laborales y las dificultades para compaginar su profesión con la vida familiar. O la perspectiva de que tienen que ser duros y la depresión es de débiles”, cuenta Daniel Jesús. “Hay veces que tienes problemas en casa y, cuando sales por ahí, te toca ver cosas desagradables. Eso no te permite desconectar y es complicado”, reconocen desde dentro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Por todos esos problemas, la tasa de suicidios es tan alta en la Policía y la Guardia Civil. En concreto, 28 en 2016; 44, en 2017; y 29, en 2018. Un problema que piden erradicar desde dentro mediante un protocolo de actuación. Las cifras ofrecen poco lugar a la duda