Las señales para detectar el suicidio: «No hay hechos banales»

Los tabúes siguen rodeando la problemática del suicidio pese a ser, según la OMS, el mayor problema de salud pública en Europa. En el mundo muere una persona cada 40 segundos por esta causa, superando a las muertes causadas por la guerra y por los homicidios. En España, en 2016, se suicidaron 3.569 personas, una media de diez al día, según el INE. Y pese a que la mortalidad por suicidio duplica la relativa a los accidentes de tráfico, pocas veces aparece los medios de comunicación, salvo que haya fallecido una celebridad.

Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, RTVE.es ha contactado con la Confederación Salud Mental España, que recomienda abordar el tema con naturalidad y pide a familiares, amigos, pareja o compañeros de una persona que esté sufriendo para identificar un posible problema. Además, la OMS cuenta con un apartado con recursos para familiares y profesionales para prevenirlo.

Cómo prevenir el suicidio: señales de alerta

“La gente habla de sus problemas: ‘mi vida no merece la pena’, ‘esto es una mierda’ o ‘no tengo futuro’“

“El entorno natural de las personas es el primero que recibe señales de que alguien tiene una intención o temores suicidas, y no hay hechos banales”, explica el presidente Salud Mental España, Nel González. “La gente habla de sus problemas, con expresiones como ‘mi vida no merece la pena’, ‘esto es una mierda’ o ‘no tengo futuro’”, añade. Para él, es imprescindible que la gente no dé poco valor a estos síntomas.

Una vez se detecta el posible problema, el experto recomienda hablar con la persona y animarle a explicarse, algo que le costará si ha caído en esa “espiral de tristeza, desesperación y oscuridad” que le lleva al aislamiento. Y, sobre todo, “no actuar nunca solo”, sino buscar apoyo en profesionales que asesoren y apoyen a la hora de tratar el problema, ya sea a través del centro de salud o de las distintas asociaciones de personas con enfermedad mental que están repartidas por el país.

“Tú vales mucho”o “esto lo superarás” son frases a evitar a la hora de hablar con la persona. “Son afirmaciones negativas; hay que acompañar realmente a la persona, ponerse a su altura y ese discurso lo único que consigue es que el otro te rechace”, aconseja González.

Otro de los errores que señala el experto es la estigmatización: “En una ciudad grande como Madrid éste es menor, pero en una sociedad rural, en el barrio o en la empresa donde se trabaja, la persona que sobrevive a un suicidio se encuentra con un estigma brutal. Por eso es importante hablar” y normalizar.

Perfil de riesgo

Uno de los mayores errores que se dan entre la sociedad es pensar que una persona que se plantea el suicidio sufre una depresión u otra enfermedad mental. Una patología puede influir, ciertamente. Así, el riesgo de suicidarse es nueve veces mayor para personas con esquizofrenia, 21 veces más para personas con depresión, 33 para trastornos de la alimentación y el riesgo se multiplica por 86 en personas con alguna toxicomanía.

Pero “no siempre corresponde a una enfermedad». Tampoco son personas que intentan llamar la atención, como erróneamente se piensa. «A veces son personas que quieren acabar con el sentimiento de soledad y de sufrimiento”, explica González, que pone el principal foco de riesgo en los adolescentes y, por concepción cultural, en los varones, cuya tasa de suicidio triplica la de las mujeres. Destaca en todo el proceso de “espiral” negativa dos factores: la soledad, y la adaptación a los cambios.

“Llamaría la atención sobre algunos trastornos menores o trastornos adaptativos”, destaca el experto. Hechos como una ruptura con la pareja, la quiebra de un pequeño negocio, la muerte de un hijo o un accidente que conlleva una discapacidad son factores de riesgo, especialmente cuando estos trastornos adaptativos se dan en personas más jóvenes.

“Los adolescentes tienen menos experiencia y más expectativa basadas en la cultura y en personajes cuya influencia puede ser negativa“

“Un adolescente, lógicamente, tiene menos experiencia y más expectativas basadas en la cultura, en los arquetipos y personajes de referencia cuya influencia puede ser absolutamente positiva o negativa”, añade.

Por eso incide en la importancia de que los jóvenes con problemas acudan a personas de su alrededor que les puedan escuchar. “Que no se sientan solas y responsables de todo lo que ocurre en su vida, porque a veces el carro se atasca y pueden buscar a alguien que les ayude a remolcarlo”. Y les lanza este mensaje: “Si sientes que estás perdido y que entras en una espiral de oscuridad, busca auxilio, no te quedes atascado en esa soledad que es la que te puede llevar por un camino que ni tú mismo quieres”.

¿Cómo actuar con personas si ya lo han intentado?

González explica también cómo actuar ante personas que ya han intentado suicidarse. “No hay que ser blando ni duro, sino explicarle a la persona que debe considerar su situación como una experiencia más de la que puede sacar una conclusión positiva, y que la vida merece la pena vivirla”.

“La culpa debería ser borrada, sólo genera sufrimiento y trastorno mental“

También, añade, “hay que hacérselo ver así a la gente, entenderlo como una experiencia vital y no caer en el miedo” ni, especialmente, en la culpa, que “sólo genera sufrimiento y trastorno mental, por lo que debería ser borrada de cada uno de nosotros”:

Por último, incide en que el familiar y allegado de una persona que se ha intentado suicidar acuda a la atención profesional adecuada para ayudarle a tratar el problema y no caer en la sobreprotección o el control excesivo de la persona.

Una cultura de solidaridad

Cada vez existen más herramientas para pedir ayuda, tanto para las personas con tentativas suicidas como para sus allegados. Bien sea desde llamar al Teléfono de la Esperanza (717 003 717), al Teléfono Contra el Suicidio que gestiona la Asociación La Barandilla (910 380 600), al teléfono de ANAR de ayuda a niños y adolescentes (600 505 152), preguntar en los ambulatorios o acudir a la red de asociaciones que la Federación Española de Salud Mental ha distribuido por el territorio español.

La ayuda la puede pedir tanto el propio afectado como las personas que están a su alrededor y detectan el problema. González recuerda que, por cada suicidio consumado, se estiman otras 20 tentativas, por lo que recomienda actuar ante los primeros síntomas.

Los centros de salud, expone, están preparados para atender a estas personas. Recaban datos como si la persona está durmiendo peor, si tiene ansiedad o cómo controla sus impulsos, indicadores claros de que una persona pueda estar sufriendo un trastorno adaptativo por un cambio o pudiera incluso sufrir una depresión. “No te atiborran de pastillas”, recalca González, para explicar esa atención.

Pone en evidencia, sin embargo, que la gestión para prevenir el suicidio en los centros educativos está “más desangelada”, es insuficiente incluso para detectar casos de acoso escolar, que “muchas veces es la principal causa” de jóvenes que intentan suicidarse.

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