Un joven argentino estuvo cerca de desencadenar un suicidio colectivo a escala internacional. Su única arma fue internet, a través del cual consiguió atraer hacia su causa a adolescentes de todo el planeta. Entre ellos, una guipuzcoana que, afortunadamente, pudo salvar la vida gracias a la intervención de la Ertzaintza, que descubrió el plan y alertó a las autoridades suramericanas para que dieran con su impulsor. Los expertos, sin embargo, dudan de que la chica no tuviera intención de matarse antes incluso de comenzar a contactar con el resto del grupo.
En este sentido, el presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS), www.redaipis.org Javier Jiménez, destaca que las redes sociales y el conjunto de la Red solo representan verdaderamente un peligro para aquellos jóvenes que ya tienen planeado quitarse la vida o que no saben cómo terminar con un dolor que consideran intolerable: «Probablemente la chica de Guipúzcoa ya tenía la idea en la cabeza –alega el psicólogo–. No creo que una persona convenza absolutamente a nadie para suicidarse si el otro no tenía previamente esa idea rondándole».
Por otro lado, el especialista hace hincapié en que hay muchos mitos que rodean al suicidio: «Muchas veces ocurre que la gente cree que si alguien avisa que va a suicidarse al final no lo va a hacer, porque piensa que el que de verdad quiere hacerlo no avisa», advierte Jiménez. Por otro lado, afirma que tampoco es cierto que el hecho de que alguien falle en su intento de quitarse la vida signifique que en el fondo no quería.
Buscar otras formas de dejar de sufrir
En esta línea, Jiménez considera importante que los familiares tengan una nociones básicas sobre el suicidio una vez hayan dejado al paciente en manos de los profesionales de la salud mental. En primer lugar, deben saber que las personas que deciden dejar de vivir «piensan que están sufriendo tanto que la única manera de acabar con ese sufrimiento es acabar con su propia vida». Asimismo, consideran que en realidad están haciendo un favor a sus propios allegados: «Su mente no funciona como cuando está sana y no se puede imaginar el dolor que pueden provocar en la familia –afirma el psicólogo–. Se sienten una carga aunque los suyos les quieran y les apoyen». Lo que hay que hacer una vez se detectan este tipo de conductas, añade, es enseñar al paciente que existen «otras formas de dejar de sufrir».
De hecho, el experto asegura que los familiares tienen que «quitarse de la cabeza» pensamientos como que los pacientes no les quieren, pues reitera que, en realidad, «lo que piensan es que suicidándose les hacen un favor». Tampoco es aconsejable, añade, exigir a las personas con tendencias suicidas que no vuelvan a mencionar sus intenciones. «La gente hace siempre la misma pregunta: ¿No estarás pensando en hacer una tontería? Si el individuo calla o asiente casi siempre contestan que se quiten esas ideas de la cabeza», sostiene.
«Son pequeñas pinceladas, porque la conducta suicida es algo terriblemente complejo», añade Jiménez, que recuerda que en España se dan al menos 4.000 casos al año, si bien puntualiza que aún no existe «ningún programa de prevención a nivel nacional». En este sentido, asegura que en 1994, año en el que terminó la carrera, en las universidades no enseñaban «nada» sobre el tema: «Hoy en día tampoco dan nada sobre estas conductas, los propios psicólogos tienen carencia de conocimientos a la hora de tratar con sus pacientes».